¿A dónde se fueron los emos?
¿A dónde se fueron los emos? Hace unos años la subcultura emo tuvo una gran repercusión mediática, si actualmente ya no es así esto no significa que los emos se hayan extinguido, sólo ha ocurrido que luego de una bulliciosa presentación en sociedad la subcultura emo ha vuelto a la clandestinidad de sus inicios –lo que acaso es normal en la lógica de las subculturas-. Sea como fuere, lo cierto es que la subcultura emo fue una de las tribus urbanas más populares de la década pasada pero a la vez fue la que –como se verá- llevó al límite la forma subcultural y terminó por arruinarla.
Quizá eso explique la antipatía que los emos generaban en casi todas las otras tribus de la urbe, ya que los emos minaban directamente lo que, según ellas, consideran como lo más valioso (su contenido o ideología). La clave del comportamiento aniquilador de la subcultura emo se encuentra en el carácter de su, como dicen, “capital humano”: la gran mayoría de los miembros de la tribu emo eran adolescentes del colegio, es decir, gente muy joven y sin experiencia que no tenía los recursos ni la voluntad para formar algo así como una ideología.
Porque la mayoría de las subculturas anteriores eran conformadas por jóvenes (skinheads, hippies, punks, etc.), en cambio, en el caso de los emos no sorprendía encontrar entre sus filas incluso a púberes. Con este hecho tenía que ver la distinción que se establecía dentro de la misma subcultura entre emos verdaderos (emos con ideología) y emos falsos (los que se limitaban a apropiarse de la vestimenta, el peinado y el maquillaje). Pero fueron los emos falsos, los adolescentes que solamente se plegaban a la moda, los que desde la comodidad del interior del sistema consumista pusieron al descubierto las limitaciones constitutivas de las otras subculturas juveniles.
Es decir, cuando alguno de estos ingenuos mancebos declaró que los emos no tenían ideología, ese día fue el final de los sueños libertarios que todavía podían cobijar las subculturas juveniles. Pero no porque aquello fuera la confesión de la incorporación de la forma subcultural en el mercado pletórico del capitalismo post-industrial, pues esto ya se sabía hace tiempo –revísese, por ejemplo, el libro de Heath, J. y Potter, A. Rebelarse vende: el negocio de la contracultura-, sino porque esa nulidad ideológica era también la realidad de todas las otras tribus urbanas. O sea, no se puede negar que los contenidos estan ahí (anarquismo, neo-nazismo, “paz y amor”, pesimismo, etc.) pero o son muy simples y abstractos para intentar tomarlos en serio o si son interesantes se encuentran subordinados al predominio del estilo de la subcultura (la música, la vestimenta, la reunión semanal, etc.). Las otras subculturas creían que ostentaban un contenido innovador, contestatario, revolucionario, pero ya que éste tiene que ser formado sobre la base de una forma subcultural (una estrechísima perspectiva sobre la realidad: mirar al mundo con los ojos de un gótico o de un otaku) y, además, no puede prescindir de la primacía del estilo (que es lo determinante en las tribus urbanas, se puede ser punk o anarcopunk, pero no solamente anarquista), su contenido es, en realidad, o secundario o superficial.
De esta manera, nadie tan sincero y circunspecto como el emo que al mismo tiempo que revela la vacuidad general de las subculturas, indica el camino más mesurado: en la práctica subcultural hay que limitarse al estilo. Y es que mientras más contenido pretenda abarcar una tribu urbana, será mayor la deformación ideológica que se podría esperar, a no ser que el contenido, de tan nutrido, rompa primeramente con la sujeción del estilo y luego traspase las fronteras de lo subcultural.
Fragmento de una nota titulada "Los emos, las subculturas y el periodismo deportivo", tomada del blog El trabajo de lo negativo, que me pareció MUY interesante para compartir.
Las duras peleas en la puerta del Abasto
Por Evangelina Himitian
Diario La Nación
23-10-11
El mundo adulto tomó conocimiento de la existencia de las tribus urbanas cuando las peleas entre los floggers y los cumbieros se apoderaron de la puerta del Abasto, a mediadios de 2008.
Por un lado, estaban los chicos de clase media alta, que se vestían con colores flúo, inventaron su pasito y no paraban de sacarse fotos y subirlas a su fotolog. En las antípodas, estaban los cumbieros, hijos de clase media baja, que viven en hogares con muchas privaciones y que desarrollaron caminos alternativos para acceder a la moda o productos de consumo masivo. En el medio, una recreación violenta de la lucha entre clases: de los enfrentamientos entre floggers y cumbieros hubo dos muertes antes de que terminara 2008.
Poco después, estas tribus se fueron diluyendo por varias razones. Hubo padres que les pedían a sus hijos que no se vistieran con la ropa que los caracterizaba, por temor a los ataques. "Pero, por otra parte, los chicos fueron creciendo. Muchos empezaron a trabajar o iniciaron la universidad y dejaron de tener tanto tiempo libre. Otros se convirtieron en padres o tuvieron que reenfocar su vida. Así se fueron diluyendo. Pero lo cierto es que, cuando una tribu urbana no tiene una ideología detrás, con el tiempo desaparece, como las modas. Eso pasó con los floggers y un poco también con los cumbieros", explica María José Hooft, responsable de la cátedra Subculturas Juveniles del Instituto Bíblico Río de la Plata, además de autora del libro Tribus urbanas.
"Hay cuatro pilares que sustentan la identidad de una tribu: una estética, el estilo de música, los lugares frecuentados y un lenguaje; eso, sobre la base de una ideología en común", apunta Hooft. Las fronteras entre tribus no son rígidas.
A mediadios de 2008, también aparecieron los emos como la pata local de un movimiento internacional que plasmó en la estética de sus seguidores lo triste y oscuro del mundo personal de los adolescentes.
En pleno auge de las tribus urbanas los especialistas estimaban que entre el 20 y el 30% de los adolescentes se identificaban con alguna. Hoy, no se puede precisar, pero son menos.
¿De dónde surgieron estos grupos de adolescentes casi uniformados que deambulan por la ciudad? "De sus padres", dice el sociólogo Marcelo Urresti, sociólogo de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Cuenta que con sólo analizar las edades de sus integrantes se descubre que son hijos de una generación que vivió una adolescencia de mayores transgresiones. Los adolescentes actuales deben gestar su oposición generacional frente a padres más descontracturados.
"El espacio de transgresiones se ha reducido: está en la radicalización del estilo, lo que lleva a la proliferación de formas musicales, indumentarias, estéticas y presentaciones ante otros que buscan romper la aceptación adulta", asegura..
Diario La Nación
23-10-11
El mundo adulto tomó conocimiento de la existencia de las tribus urbanas cuando las peleas entre los floggers y los cumbieros se apoderaron de la puerta del Abasto, a mediadios de 2008.
Por un lado, estaban los chicos de clase media alta, que se vestían con colores flúo, inventaron su pasito y no paraban de sacarse fotos y subirlas a su fotolog. En las antípodas, estaban los cumbieros, hijos de clase media baja, que viven en hogares con muchas privaciones y que desarrollaron caminos alternativos para acceder a la moda o productos de consumo masivo. En el medio, una recreación violenta de la lucha entre clases: de los enfrentamientos entre floggers y cumbieros hubo dos muertes antes de que terminara 2008.
Poco después, estas tribus se fueron diluyendo por varias razones. Hubo padres que les pedían a sus hijos que no se vistieran con la ropa que los caracterizaba, por temor a los ataques. "Pero, por otra parte, los chicos fueron creciendo. Muchos empezaron a trabajar o iniciaron la universidad y dejaron de tener tanto tiempo libre. Otros se convirtieron en padres o tuvieron que reenfocar su vida. Así se fueron diluyendo. Pero lo cierto es que, cuando una tribu urbana no tiene una ideología detrás, con el tiempo desaparece, como las modas. Eso pasó con los floggers y un poco también con los cumbieros", explica María José Hooft, responsable de la cátedra Subculturas Juveniles del Instituto Bíblico Río de la Plata, además de autora del libro Tribus urbanas.
"Hay cuatro pilares que sustentan la identidad de una tribu: una estética, el estilo de música, los lugares frecuentados y un lenguaje; eso, sobre la base de una ideología en común", apunta Hooft. Las fronteras entre tribus no son rígidas.
A mediadios de 2008, también aparecieron los emos como la pata local de un movimiento internacional que plasmó en la estética de sus seguidores lo triste y oscuro del mundo personal de los adolescentes.
En pleno auge de las tribus urbanas los especialistas estimaban que entre el 20 y el 30% de los adolescentes se identificaban con alguna. Hoy, no se puede precisar, pero son menos.
¿De dónde surgieron estos grupos de adolescentes casi uniformados que deambulan por la ciudad? "De sus padres", dice el sociólogo Marcelo Urresti, sociólogo de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Cuenta que con sólo analizar las edades de sus integrantes se descubre que son hijos de una generación que vivió una adolescencia de mayores transgresiones. Los adolescentes actuales deben gestar su oposición generacional frente a padres más descontracturados.
"El espacio de transgresiones se ha reducido: está en la radicalización del estilo, lo que lleva a la proliferación de formas musicales, indumentarias, estéticas y presentaciones ante otros que buscan romper la aceptación adulta", asegura..
Suscribirse a:
Entradas (Atom)