Tener tatuada el alma. Inscripta la historia de la vida de uno. Tener la piel grabada de amores y alegrías; o de odios y tristezas, lo mismo da. La hoja de ruta que te muestra el camino que han trazado los momentos, que siguen tus ojos en busca del tesoro, la “X” que devele el misterio oculto en el corazón.
Tener tatuada el alma partiendo de la piel, tenerla marcada por siempre jamás. Sentencia perpetua o perpetuo testimonio. Agujas que graban el origen y también el destino.
Tener tatuada el alma partiendo de la piel, tenerla marcada por siempre jamás. Sentencia perpetua o perpetuo testimonio. Agujas que graban el origen y también el destino.
Tener tatuada el alma, como María, que a los 15 conoció el amor y juntamente el abandono. Estrenó emociones duales, sensaciones placenteras que la alejaban por un instante del infierno de la villa, que la hacían sentir viva, importante para alguien, linda, querida. Linda... querida... Y de golpe otra vez muerta, moribunda, y otra vez vacía. Un habitante más del infierno conocido: su barrio, su ¿familia?, su paco, su villa. Carlos se fue tan rápido como llegó, pero se llevó algo: la esperanza de María. Salir de ese mundo oscuro, emerger de debajo de los aplastantes terrones de la muerte, de brotar convertida en vida.
Vida que creció en su vientre en los próximos nueve meses, sumando dolor al dolor ya archivado y desconcierto a la apatía. No supo qué le pasó, ni supo cómo agarrarlo, detenerlo, esposarlo, para que no se le escurriera ese único rayo de luz que había entrado por la ventana de su alma en penumbras. Se tatuó su nombre en el pecho, cerquita del corazón. Por si acaso ese corazón pudiera llamarlo con cada latido, pudiera hacerle saber que ellos dos esperaban su regreso. Pero él no sabe, no escucha, no lee su dolor grabado en la piel como testigo.
Vida que creció en su vientre en los próximos nueve meses, sumando dolor al dolor ya archivado y desconcierto a la apatía. No supo qué le pasó, ni supo cómo agarrarlo, detenerlo, esposarlo, para que no se le escurriera ese único rayo de luz que había entrado por la ventana de su alma en penumbras. Se tatuó su nombre en el pecho, cerquita del corazón. Por si acaso ese corazón pudiera llamarlo con cada latido, pudiera hacerle saber que ellos dos esperaban su regreso. Pero él no sabe, no escucha, no lee su dolor grabado en la piel como testigo.
Tener tatuada el alma, como Mariano. Que de pibito nomás lo frenó en seco la vida. Venía corriendo a todo brío, transpirando la niñez y agitando el sueño. Como se debe. Mariano que nunca olvidará el rostro serio de su maestra de cuarto grado “B”, cuando esa mañana soleada de noviembre le anunció la tragedia: habían “pescado” al Juan, su hermano mayor, en medio de un asalto. Se resistió el pibe, se abatató y largó un tiro, al que le siguió otro, pero esta vez de la yuta. Siempre le habían dicho que tuviera cuidado, que no se confiara de los uniformados, que no se creyera tan listo… El Juan había burlado la ley varias veces, pero esta vez no. Esta vez le dieron. El mundo de Mariano se llenó de odio. De impotencia, de dolor, de angustia ahogada. Gritó y lloró desconsolado; en soledad, eso sí, para no poner peor a los viejos. Y juró por su vida “matar a un rati”. Selló el juramento a los once años, con un dibujo en la piel hecho de la forma más casera y más dolorosa (porque tenía que doler, porque de alguna manera él tenía que experimentar temprano el dolor, como su hermano). Un avezado amigo le indicó cómo atar varias agujas con hilo de coser, y pinchar la piel con tinta china. Sin anestesia, igual que esa mañana en la escuela. Los “cinco puntos” serán permanentes declarantes del pacto: "matar a un rati", repetía Mariano cada vez que veía el grabado en el dorso de su mano.
Tatuarse el alma, como Emanuel, que ya tenía tatuada el alma de soledades, que ya tenía tajeado el corazón de ausencias. De indiferencias que cortan más que el vidrio de la botella de whisky escocés de su padre rico. Del dolor que ningún billete puede mitigar. “Padre rico, niño pobre”, fue el título del best seller que secretamente Ema escribió en su flog. Niño pobre de abrazos, de jugar a la pelota con papá los días domingo, de ir alguna vez a un circo o al parque. Crecer con vacíos llenados con amigos, llenados con mucamas, llenados con tecnología, llenados con viajes, llenados con estudios, llenados con droga…
Hubiera querido poder decirle a su padre tantas cosas. Cómo lo odiaba y cómo lo amaba. Nunca llegó a decirle, por ejemplo, cuánto lo necesitaba. (Y sabía que si lo hubiera hecho, habría sido lo mismo, tristemente.) El eco de las palabras reverbera en la hondura del silencio. Silencio que él ya conocía de memoria. Por eso cuando al adinerado le dio un infarto, de esos que muchas veces toman por sorpresa a los estresados-ocupados-buenos padres-trabajo-para-tu-bienestar, Emanuel sintió que se quedaba con algo en la boca. La palabra que no llegó a decir porque nunca había tiempo.
Y se la "escupió" en el cuerpo, con la esperanza de que su ex padre rico la viera cada noche (¿desde el cielo?) mientras su hijo dormía. “Papá te quiero”, grita su hombro derecho con hilos de voz desgarrada. Las chicas pasan y le hacen burla. “¡Papito! Yo también te quiero”, dicen entre risas dos rubias taradas que se suben a un Land Rover. Pero el te quiero no alcanza para acallar reproches; mil litros de tinta no logran ahogar la angustia. Ni aunque penetre en los poros y se capilarice hasta el espíritu.
Hubiera querido poder decirle a su padre tantas cosas. Cómo lo odiaba y cómo lo amaba. Nunca llegó a decirle, por ejemplo, cuánto lo necesitaba. (Y sabía que si lo hubiera hecho, habría sido lo mismo, tristemente.) El eco de las palabras reverbera en la hondura del silencio. Silencio que él ya conocía de memoria. Por eso cuando al adinerado le dio un infarto, de esos que muchas veces toman por sorpresa a los estresados-ocupados-buenos padres-trabajo-para-tu-bienestar, Emanuel sintió que se quedaba con algo en la boca. La palabra que no llegó a decir porque nunca había tiempo.
Y se la "escupió" en el cuerpo, con la esperanza de que su ex padre rico la viera cada noche (¿desde el cielo?) mientras su hijo dormía. “Papá te quiero”, grita su hombro derecho con hilos de voz desgarrada. Las chicas pasan y le hacen burla. “¡Papito! Yo también te quiero”, dicen entre risas dos rubias taradas que se suben a un Land Rover. Pero el te quiero no alcanza para acallar reproches; mil litros de tinta no logran ahogar la angustia. Ni aunque penetre en los poros y se capilarice hasta el espíritu.
Tatuarse el alma. Como Matías, que ya a los veinte había probado todo. Que en el comienzo de la carrera ya había fundido bielas. Quién sabe por qué la danza de los placeres había logrado tan efectivamente seducirlo y hacerlo caer en todas y cada una de sus trampas. Vicios, alcohol, drogas, piñas, chicas, noche, nada… nada… nada. Y de la nada se hastió y de repente se llenó de todo.
Hasta que una cuerda invisible pareció venir en su rescate. Los astros se alinearon, el universo armonizó, para que ese día se produjera la colisión que acabara con todo. La explosión en su corazón que deshiciera los recuerdos y dejara el pasado atrás. Saludablemente atrás. Ese día irrumpió Jesús en su vida. Mano invisible que salva a tiempo; le salvó la juventud. Le perdonó los pecados, le limpió la conciencia. Borró el historial y “le formateó el rígido”. Y tuvo su nuevo comienzo. Un amor inexplicable que lo sedujo por completo y le mostró los tesoros de la Verdad, la inmensa riqueza del Amor.
Con el pecho lleno de agradecimiento y euforia, Matías también se tatuó el cuerpo (y el alma por la eternidad). Su nuevo amor, su nueva pasión contradecía a la antigua, como dos guerreros librando una feroz batalla en el campo de su piel. Y de su espíritu. Hasta caer rendido el viejo hombre y dar paso en victoria al nuevo.
Matías también tiene tatuada el alma, pero de libertades.
Hasta que una cuerda invisible pareció venir en su rescate. Los astros se alinearon, el universo armonizó, para que ese día se produjera la colisión que acabara con todo. La explosión en su corazón que deshiciera los recuerdos y dejara el pasado atrás. Saludablemente atrás. Ese día irrumpió Jesús en su vida. Mano invisible que salva a tiempo; le salvó la juventud. Le perdonó los pecados, le limpió la conciencia. Borró el historial y “le formateó el rígido”. Y tuvo su nuevo comienzo. Un amor inexplicable que lo sedujo por completo y le mostró los tesoros de la Verdad, la inmensa riqueza del Amor.
Con el pecho lleno de agradecimiento y euforia, Matías también se tatuó el cuerpo (y el alma por la eternidad). Su nuevo amor, su nueva pasión contradecía a la antigua, como dos guerreros librando una feroz batalla en el campo de su piel. Y de su espíritu. Hasta caer rendido el viejo hombre y dar paso en victoria al nuevo.
Matías también tiene tatuada el alma, pero de libertades.
“Porque yo traigo en mi cuerpo las marcas del Señor Jesús” (Gálatas 6:17).
Dedicado a Matías Frontera,
lienzo virgen en las manos del Gran Artista
lienzo virgen en las manos del Gran Artista
7 comentarios:
Tener el alma tatuada de libertades, de esperanza, de sanidad, de amor...
Vuelvo a agradecerte por este hermoso desafío: entrenar nuestra mirada urbana, entrenarla para mirar desde la perspectiva de Dios...
Hola Marijo, simplemente quiero decirte que este articulo que escribiste esta EXCELENTE...
Que bueno que Dios te haya dado ese talento... porque podes llegar al corazon de muchos a traves de tus palabras, que a la vez son las palabras que Dios quiere transmitir... SOMOS MENSAJEROS DE EL...
Casi se me caen las lagrimas al leer tu articulo.. porque HAY TANTO DE VERDAD en lo que escribiste... que NO PODEMOS QUEDARNOS DE BRAZOS CRUZADOS... HAY MUCHA NECESIDAD DE DIOS!!! aunque "ellos" lo nieguen y se alejen de él... nosotros sabemos que NECESITAN A DIOS... asi que NO NOS QUEDEMOS CON LA bOCA CERRADA
Te aliento a que continues escribiendo este tipo de cosas... DIOS TE VA A USAR INCREIBLEMENTE!!!
besotes (Vani, tu alumna de 4to semestre)
...con tus palabras dejas tatuadas nuestras almas...sigue haciendolo lo necesitamos!!!
car0
Marijo: me encanta ver como tus escritos se posicionan como una cuña en la muralla de la religiosidad.
Que Dios bendiga la visión de tu corazon!!! que siempre será mayor que lo que tus ojos fisicos puedan ver.
No te detengas, veas lo que veas, digan lo que digan, hagan lo que hagan.
Esta muy bueno el articulo che...hace un tiempo lei algo tuyo relativo a este tema..me gustaria si podes decirme de donde bajarlo...era referente a los tatuajes, pero mas periodistico...te agradezco si es posible tener acceso a eso...que Dios te bendiga y siga dandote las palabras justas para abrirnos las mentes con argumentos solidos....
Tenés que decirme tus datos para poder enviarte la info, no me dejaste mail ni nada, ja, ja
Marijo la verdad q esta tremendo lo q escribiste de los tatuajes,y bueno a mi me toco ser la media naranja de uno de esos personajes de los cuales escribiste con tanto amor y respeto.Quien puede conocer el corazon de hombre sino solo el que los creo no? nos faltan muchas barreras q quebrar,muchos prejuicios q destruir en nuestra mentes que intentan ser las de Cristo.Qu el Señor siga inspirandote amiga,siempre tan cerca de Su corazon.....grax
Publicar un comentario